sábado, 17 de noviembre de 2007

El ángel en el tejado – Russell Banks


Podría hablar de cualquier otro libro de Russell Banks —Deriva continental, Aflicción, Como en otro mundo, La ley del hueso… — todos ellos textos notables que consiguen dejar en el lector como poco un exquisito sabor de boca; sin embargo he decidido hablar de "El ángel en el tejado" por varias razones, una por tratarse de una colección de relatos —debilidad que una vez más reconozco— y otra por ser el libro que hace cinco años me descubrió al autor y me condujo a leer una detrás de otra todas sus obras anteriores.

Durante años mi madre me contó historias sobre su pasado, pero yo no las creía, las interpretaba.

De esta forma comienza “A manera de introducción”, el primero de los textos que componen el volumen (digo texto porque en la contraportada no se incluye entre los 15 relatos o 15 historias que se dice reúne el libro, aunque yo prefiero atribuirle idéntica proporción entre sinceridad y engaño que al resto), y la idea que se desprende de ese enunciado, la reflexión que hace el autor sobre las historias autobiográficas que le relata su madre, parece ser el leit motiv que recorre cada uno de los cuentos.
Situado a cierta distancia del minimalismo narrativo que tanta simpatía despierta últimamente para engalanar su prosa con una elegancia que no resulta pretenciosa sino sensata, no exigente sino delicada, con un estilo práctico y realista, Russell Banks consigue despistar, hacernos titubear entre realidad y ficción; conocedor de las teclas literarias que ha de pulsar para que una historia enganche, ese es el juego principal que nos propone: literaturizar la vida. El autor nos advierte desde un principio: las historias que cuenta su madre no son creíbles, y nos aporta también un puñado de pruebas para demostrar que son inventadas. No obstante cuando se atreve a desenmascararla, su madre viene a responderle que gracias a sus mentiras un día él será capaz de escribir. El aliento que exhala el conjunto de los relatos es este: historias falsas que parecen verdaderas. Muestra de lo dicho se observa principalmente en piezas como “Sarah Cole: una escena de amor” —en la que alternando de una manera llamativa la primera y la tercera persona se nos describe la relación sentimental que un hombre mantiene con una mujer fea a la que incluso a priori aquel califica como la mujer más vulgar que ha conocido—, “La visita” —mediante numerosos flash backs conoceremos la época en que el protagonista tenía doce años y era maltratado por un padre alcohólico, relación paterno filial que podría considerarse una sinopsis de la que se cuenta en la novela Aflicción—, o “Un cuento de éxito” —donde se nos relatan las aspiraciones de un chico que abandona la universidad, las adversidades a que se enfrenta para abrirse paso, los desengaños, y la manera en que se enamora de la mujer que en un hermoso final se nos dice acabará siendo su esposa.
Cuando la gente piensa que es sólo ficción dejan de escuchar, afirma Russell Banks, las historias deben resultar creíbles, parecer que tratan sobre nosotros, de esa manera podremos llegar a entender el lugar que ocupamos en el mundo. Ese objetivo es el que acometen los personajes de estos quince/dieciséis relatos, despejar la incógnita que hace de la vida una existencia confusa, y ese es, en definitiva, el objetivo al que nos dirigimos —o deberíamos dirigirnos— todos nosotros, y el que estamos convencidos de haber alcanzado al llegar al final de un libro más que recomendable.

Guardo esta colección de cuentos en el mismo estante que "Alguien que me cuide" de Richard Bausch, "Viaje de invierno" de Charles Baxter, cualquiera de los de Carver y de Alice Munro, o "Rock Springs" de Richard Ford, entre otros. Me gusta tenerlo cerca, releerlo, abrirlo y volver a saborear un párrafo elegido al azar; encuentro satisfacción en poder echar mano de mis lecturas preferidas como quien dispone de sus creencias religiosas cuando todo lo demás defrauda. En este sentido he de admitir que venero algunos de mis libros como si fueran textos sagrados. Russell Banks dice que toda buena historia es una plegaria. No puedo más que darle la razón. Una de las súplicas que cualquier autor eleva y que quedarán atendidas al leer El ángel en el tejado es con toda seguridad la de cautivarnos, enamorarnos de las palabras y de las historias que se nos han contado. Y eso, en mi opinión, es más que suficiente. ¿O no?