lunes, 30 de enero de 2012

El repago en la iglesia católica



Una de las soluciones que, desde la clase política, se nos viene planteando últimamente para mantener el estado de bienestar es la aplicación de tasas. Tasas por aquí, tasas por allá; repago de esto y de aquello. Estamos abocados a rascarnos el bolsillo si queremos que nuestros hijos vayan al cole, si nos vemos envueltos en un procedimiento judicial, o si necesitamos asistencia sanitaria. Perfecto, por lo visto toca retratarse. Nuestros políticos están empeñados en ello, y lo malo es que una gran parte de la ciudadanía parece estar conforme, como que lo ve lógico, incluso necesario, durmiendo con su enemigo, oye; de forma que el repago por obtener servicios del estado empieza a dibujarse con bastante claridad en nuestro futuro más inminente.
Para mí, que lo que quieren es hacer con los servicios públicos lo mismo que con el cine, pagarlo con el dinero de todos y después cobrar entrada. Recaudar de una manera rápida. No creo que el repago en la sanidad pública, por ejemplo, sirva para disuadir a quienes hacen uso de ella (soy tan ingenuo que siempre he pensado que quien acude al médico es porque lo necesita). Si fuera tan sencillo como conocer los gastos originados durante una visita médica, para que alguien adquiera conciencia de estar abusando de dicho servicio o disuadirlo de volver a utilizarlo, bastaría con enseñarle a un político la factura del restaurante donde se acaba de meter una mariscada entre pecho y espalda con cargo al gasto de protocolo, para conseguir que en futuras ocasiones se llevara el bocadillo de casa, y no es así, ¿no?
He estado consultando estadísticas que fijan en ocho las veces que cada español acude al médico en un año; y aunque ese dato se confecciona incluyendo servicios que en el resto de Europa se consideran atención primaria, o simplemente un acto administrativo y no sanitario (como puede ser el control de una baja laboral de larga duración), lo daremos por válido, aceptaremos pulpo como animal de compañía. Ocho visitas al año, pues, por 46 millones de habitantes, a un euro cada visita (un euro, un solo euro, pero qué es un euro, no seas rácano, hombre), más o menos, resultan 368 millones de euros. Esa es la cantidad que el estado recaudará anualmente cuando imponga el repago en sanidad: 368 millones de euros.
Se me ocurre que la iglesia católica recibió del gobierno de Zapatero a tus zapatos el año pasado, 10.000 millones de euros en conceptos varios: 249 millones asignados directamente en concepto de IRPF, 80 millones en concepto de "otros fines" de nuestra declaración de renta que se destina a diferentes proyectos de instituciones católicas, 1.000 millones como exención de pago de impuestos como el IBI o el de patrimonio, 4.600 millones en pago de sueldos del profesorado y financiamiento de los centros concertados religiosos, 3.200 millones para financiar hospitales y centros de salud dirigidos por órdenes religiosas, 25 millones para el pago de sueldos de los religiosos que ejercen como capellanes en cárceles y cuarteles (lo sé, lo sé, qué aburridas son las cifras, pero qué objetivas), 500 millones para mantener el patrimonio artístico propiedad de la Iglesia, 290 millones para abonar los gastos de eventos religiosos y asociaciones... 10.000 milloncetes, señoras y señores, sí, el mismo gobierno que durante su primera legislatura advirtió a la conferencia episcopal que debería ir buscando fuentes de ingresos propios, va y en 2011 le suelta 10.000 millones del ala. Pura calderilla, dicen, el chocolate del loro, dicen. El caso es que el 73% de la población española se declara católica, o sea, 33.580.000 habitantes. Muchos me parecen a mí, pero bueno, vale, venga, volvemos a aceptar el pulpo de los cojones, y eso que yo, el pulpo, no puedo verlo ni a la gallega. Si cada católico español abonara 298 euros al año por un servicio al que únicamente encuentran provechoso ellos, y cuando digo ellos me refiero a los fans de Ratzinger Z (qué de recuerdos, oye... acoplamiento... pechos fuera...), se cubrirían esos 10.000 millones de euros, y el estado podría destinarlos a sanidad, por ejemplo, para hacer frente a las necesidades de todos, no católicos y católicos, católicos creyentes y no creyentes, católicos practicantes y no practicantes, católicos creyentes y no practicantes, católicos no creyentes y practicantes, practicantes no practicantes, la empanadilla de Móstoles, oiga (ufff... qué complicación esto de ser católico en España) la santísima trinidad, Bud Spencer y Terence Hill, todos toditos todos.
Ah, y si alguien hace las cuentas (esta es fácil: 10.000 menos 368), coincidirá con que aún sobra un piquito para educación, o para que la justicia siga siendo gratuita en este país de chiripitifláuticos, o para mantener alguna que otra infraestructura pública, y bueno, por qué no, también para pagar los trajes de Forrest Camps, que el pueblo lo que quiere es un presidente bien vestido, y ya puestos, unas cuantas cuantas cuantas mariscadas.