viernes, 29 de febrero de 2008

EL tacto... en Televisión Valenciana

La dirección del programa ENCONTRES —dirigido y presentado por el escritor Ricardo Bellveser y enfocado como lugar de reunión y conversación de los creadores valencianos alrededor de sus propias creaciones y sobre la actualidad de la cultura valenciana, española y europea— ha tenido la amabilidad de invitarme el próximo 10 de marzo para presentar mi libro de cuentos EL TACTO DE UN BILLETE FALSO.

ENCONTRES se emite en Punt dos, canal de Televisión Valenciana, los lunes a las 23:00 horas, y los viernes a las 02:15 horas.

jueves, 21 de febrero de 2008

Cuestión de orejas

Mi amigo Manolo vive desde hace dos décadas con su amigo Paco —cuando digo vive me refiero a que vive, o sea, que viven los dos, juntos, arrejuntados y en escándalo— y yo sé que la ilusión de ambos siempre ha sido legalizar su situación, documentarla en sagrado ya de una, vamos, casarse como todo hijo de vecino pero por la iglesia, el “sí quiero” ante el altar, nada de una boda civil cualquiera oficiada por un juez o un funcionario cualquiera; lo que ellos anhelan es que su unión sea bendecida, que se le confiera gracia divina a su alianza y si por ellos fuera por algún que otro obispo y en la catedral de Valencia, aunque bien sé yo que se conformarían con el sacerdote de la parroquia del barrio que ambos frecuentan. Porque ellos son católicos practicantes, de los de misa los miércoles y los domingos y si se presta ejercicios espirituales cada dos meses, no de los de chicha y nabo no, católicos, apostólicos y romanos y por si fuera poco incondicionales y entusiastas hasta la médula de Antonio Machín y Rocio Jurado. Pues bien, hace unos días me lo encontré en la plaza, a Manolo, saliendo de la iglesia del pueblo, y el pobre estaba más que ofendido. Con la excusa del matrimonio celebrado por el sacerdote de Benidorm entre Petita y su novio Luka —dos elefantes de 3000 kilos residentes en el parque de naturaleza Terra Natura— se había atrevido a solicitar al párroco los mismos derechos que la iglesia reconoce a los paquidermos y éste —cómo no, claro, hasta ahí podíamos llegar— lo había despachado con cajas destempladas. Casi más triste que agredido se sentía mi amigo. Con esos nombres, Petita y Luka, con esos nombres de pitiminí y esas ancas de mastodonte y casados por la iglesia; y los Manolos y Pacos del mundo qué ¿eh? qué. No sé qué más quieren, me dijo con los ojos llorosos y la punta de la nariz escaldada, si nosotros también tenemos trompa. No es cuestión de trompa, le respondí medio en broma, para aflojar la tensión más que nada, más bien debe ser cuestión de orejas. Le dije lo de las orejas y enseguida supe que había metido la pata: en un acto reflejo mi amigo se echó una mano al pabellón del oído y encogió los párpados mirándome a través de una rendijita, preguntándose —lo conozco, lo conozco desde que éramos niños y sé que el muy loco por amor es capaz de todo— si será muy doloroso agrandárselos.

martes, 19 de febrero de 2008

"El tacto..." en el Ayuntamiento de Alfafar

Siegfried en la forja de Reginn
Siegfried contempla fascinado cómo Reginn forja de nuevo los fragmentos rotos de la espada de su padre regalo de Odin. La espada conquistadora ayudará a Siegfried en la misión que se le ha asignado de matar al dragón Fafnir.
W. Von Hanschild. Fresco 1880
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El maestro forjador de espadas comenzaba con una barra que consistía en ocho capas de acero separadas por y envueltas en varias capas delgadas de hierro. Esto sería calentado, martillado y doblado repetidas veces, hasta que fuera transformado en una matriz de espada de cerca de mil capas, lista para darle los acabados. Para forjar una espada superior el trozo de metal se debe templar y martillar más de cien veces. Aunque una hoja acabada pesa solamente cerca de 1.2 kilogramos, él tiene que comenzar con 1.8 kilogramos de acero de alta calidad, ya que mucho del metal se quita durante los procesos de limadura final, afilado y pulido.

Hablo de memoria si digo que cuando yo contaba diez años Manolo Montero andaría rondando la treintena. Por aquella época Manolo Montero era uno de los maestros en la escuela municipal de Alfafar en la que yo pasé buena parte de mi infancia. Para mí y entonces Manolo Montero era “Don Manuel”. Nadie puede negar que en la vida se dan momentos, sucesos, anécdotas que con el paso del tiempo despojan al pasado de la normalidad para arroparlo con el esplendor de lo extraordinario; la intervención de personas que a priori parecen como otras pero que con los años acaban dando forma concreta a nuestra existencia y su recuerdo viaja ya para siempre como una lapa adherida a nuestra memoria. Manolo Montero es una de esas personas. Finalicé mis estudios de la antigua educación general básica y me marché a la capital para estudiar bachillerato, pero esos tres o cuatro años en los que coincidimos bastaron para que cada vez que intento trasladarme hasta mi infancia me encuentre con “Don Manuel”. Había otros, sí; recuerdo aquellos cursos en los que cada asignatura la impartía un maestro distinto pero para mi siempre será “Don Manuel”. Y ahora, cuando han pasado nada más y nada menos que tres décadas, me produce una mezcla de vergüenza y orgullo el hecho de que sea “Don Manuel” quien el próximo día 22 de febrero a las ocho de la tarde intervenga en un acto que el Ayuntamiento de Alfafar ha organizado alrededor de mi libro EL TACTO DE UN BILLETE FALSO.

Nadie puede negar que las esquirlas desprendidas en la forja procedan del mismo acero que la espada.

silencios: 19 febrero 1952


domingo, 17 de febrero de 2008

El regreso de The Verve

Cuando The Verve publicó su primer álbum a principios de los noventa Richard Aschroft contaba con 22 añitos. En 1995 lanzaron A norther soul y en 1997, dos años antes de que la banda se separara publicaron el inmortal Urban hymns.

Ya como solista Richard Aschroft publica Alone with everybody, Human conditions y Keys to the world, tres colecciones a tener muy en cuenta, sobre todo la última de ellas.

Pues bien, la buena noticia es que en 2007 Aschroft ha vuelto a reunirse con Nick McCabe, Simon Jones y Meter Salisbury, con la intención de grabar un nuevo álbum firmado por The Verve.

Aquí los espero. Mientras tanto, pinchad sobre el título de Words Just Get In The Way, una joya incluida en Keys to the world. Disfrutadla, vale la pena.

martes, 12 de febrero de 2008

sábado, 9 de febrero de 2008

(des)integrar a mi madre

Mi madre es una buena persona, estoy convencido de ello, pero está mayor ya, muy mayor. Vive en la misma casa en que nació hace casi ochenta años, es más, duerme todas las noches en la misma cama en la que mi abuela dio a luz a todos sus hijos y seguramente en la misma cama tendremos que amortajarla. Es una buena persona, cualquiera que la conozca puede confirmarlo, pero la pobre anda un poco preocupada. Ha oído algo sobre un “Visado por puntos”, alguna de sus amigas, mientras tomaban el sol sentadas en un banco de la plaza, ha venido con el cuento de no se qué criterios para obtenerlo y la ha dejado con el corazón en un puño. Nada más llegar a casa me ha llamado por teléfono y lo hemos hablado, en valenciano, claro, porque ella nació en un pequeño pueblo de la Ribera Alta (comarca de la Comunidad Valenciana, situada en los márgenes del Xúquer, donde la vid ofrece los famosos moscateles y malvasías de Turís y Monserrat) y carece de conocimiento del español (léase castellano). Mientras la escucho pienso que pese a llevar cerca de un siglo bregando su capacitación profesional es deficiente y que ignora por completo el sistema legal de este país —ella, la pobre, opina que no ir a misa al menos los domingos es delito (¿no lo es, verdad? ¿o sí?) — y cuando hemos hablado de costumbres ella siempre sale con que su vecina tiene costumbre de sacudir la mopa, la alfombra y las migas del mantel por la ventana que da a la calle y que el marido tiene costumbre de dejar que su perro deposite zurullos de elefante en mitad de la acera. Ah y la cultura… la cultura ni mentarla, ella, que estudió lo justo para que el tendero no la engañe con el cambio y saber escribir su nombre. Me dice alarmada que jamás podrá cumplirlos, los criterios, a su edad, que jamás podrá obtener el dichoso visado y lo malo es que tiene razón. Yo pienso igualmente que ya no existe forma humana de integrarla. La verdad es que lo llevo pensando desde hace varios días en que yo también me desayuné con el visado de marras y me da miedo ese pensamiento. Ella me ha telefoneado para desahogarse, para pedirme apoyo y a mí me da miedo mi incapacidad para ayudarla porque mentiría si le dijera que se la puede integrar. Me da miedo decirle la verdad y como ella insiste a lo único que acierto es aconsejarla que no abra la puerta a nadie si Rajoy gana las próximas elecciones, que me llame enseguida, que se espere hasta que yo vaya, por si acaso al GRAN HERMANO se le ocurre acudir a su casa para desintegrarla.

sábado, 2 de febrero de 2008

"El tacto..." en EL LEVANTE

En el suplemento cultural POSDATA del periódico "LEVANTE El mercantil valenciano", correspondiente al 1 de febrero, se incluye la siguiente reseña a El tacto de un billete falso.

Lo cotidiano y lo trivial en los cuentos de Pepe Cervera

Relatos de algunos días

Eva Soler

No se equivocaba Julio Cortázar cuando observaba —sobre la escritura— la validez de cualquier historia con un apropiado método de composición. Los relatos que presenta Pepe Cervera en este breve volumen son la muestra más perceptible de que la realidad más tangible, los hechos más cotidianos y, obviamente, más prosaicos, se pueden convertir en una buena excusa para analizar los dramas y las actitudes humanas en la búsqueda de una supervivencia que es casi siempre moral. A la manera de Raymond Carver, la prosa de este joven autor muestra un estilo natural, convencional, que busca, sobre todo, ahondar en cuestiones aparentemente triviales que tienen, para sus protagonistas, motivos y esencias tan minúsculas como íntimas.

Los relatos, dentro de una línea de calidad meritoria, muestran, no obstante, bastante irregularidad. No es la misma destreza la ejercida en A ras de suelo, pieza magistral que relata los resquicios de ternura existentes entre las ruinas materiales y humanos —una madre toxicómana y su hija afanadas en la búsqueda de jeringuillas— que Monsieur Vatan, le professeur, relato hiperbreve que cuenta con demasiados lugares comunes y que se sale de la órbita trazada por el escritor en este libro de cuentos. Tampoco el barullo de información que crea en el lector el cuento Palabras sueltas —demasiado largo— que la tragedia contenida de CV 500 KM 21, ni la humanidad y pérdida mostrada en el relato 11 de julio de 2004 que Proyectos, donde, tras las primeras páginas, se produce una pérdida de interés en la historia y un manejo del diálogo de manera poco hábil.

No merece la pena dedicarse a narrar los juegos sexuales de un snob francés o darle vueltas a los motivos de un abuelo que rehúsa ver a sus nietos, cuando las historias de los otros comunes mortales son tratadas con tal delicadeza y vocación analítica; es el caso del relato que da título al libro El tacto de un billete falso. Javier recoge a su hija de la casa de su ex-mujer, quien le da un pequeño papel con la dirección del lugar en el que estará; mientras, él lleva a Lucía a un centro comercial donde actúa un mago. El mago convierte un billete falso, un papel doblado transformado en una especie de confeti, en una flor: dos imágenes se cruzan, la del billete falso y la dirección en el pedazo de hoja. No es necesario relatar más: a veces los escritores valen más por lo que callan que por lo que relatan.

Es el mismo mecanismo de ¿Y si es la felicidad? o Cuestión de tiempo. Asistimos a una especie de historia interior, perteneciente al pasado, que se cuela por las hendiduras del presente, a través del punto de vista de los personajes, quienes intentan emerger o sobrevivir, buscar lo que han perdido o lo que, desde una visión lógica de la existencia, les debería pertenecer. Y estos personajes —Javier, Lena o las voces anónimas de El vuelo rasante de las golondrinas— están obcecados en un ir y venir, en la exploración de un centro de gravedad que está cerca, pero que nunca alcanzan y, si lo han alcanzado, produce vértigo. Cervera sabe narrar los sentimientos, precisamente porque no los nombra.

La colección de cuentos que presenta Pepe Cervera en este breve volumen fueron escritos entre 2002 y 2005, año en el que ganó, durante la celebración de los Premios Otoño Villa de Chiva, el Premio Alhóndiga de narrativa breve. Primera publicación en libro del autor, vale la pena sumergirse en sus piezas más breves porque son éstas las que posibilitan al narrador mantener la tensión y hacer participar al lector. Sólo sería necesario un mayor trabajo sobre la prosa para sustraer a este joven autor definitivamente de la medianía.

viernes, 1 de febrero de 2008

Shiloh – Bobbie Ann Mason

Recuerdo que hace aproximadamente una década tuve en las manos este volumen de cuentos y que lo hojeé y lo ojeé durante un buen rato como suelo hacer antes de decidirme a comprar cualquier libro; recuerdo que por el motivo que fuera en aquella ocasión no lo incluí entre los libros que me llevé a casa y también recuerdo que curiosamente cinco o seis años más tarde, cuando en ese ir de un libro a otro volví a dar con el nombre de Bobbie Ann Mason, me vi obligado a buscarlo como un poseso por todas las librerías de viejo de Valencia hasta hacerme con un ejemplar. Cosas así ocurren a menudo, unas veces se acierta y otra se yerra, pero todas contribuyen a desarrollar el instinto, la facultad que permite desbrozar el camino que cada cual haya elegido.


Bobbie Ann Mason (Kentucky, 1942) publicó su primera historia corta en 1980, en la revista The New Yorker, y en 1982 publicó Shiloh, por el que se le otorgó el premio Hemingway a la mejor primera obra de aquel año, galardón que también ha sido concedido a otros muchos escritores importantes entre los que se cuentan Edward P. Jones, Jhumpa Lahiri o Yiyun Li. Daniel Alarcón fue finalista en 2006 con su excelente Guerra a luz de las velas.
Una de las primeras impresiones que se percibe leyendo Shiloh es que se trata de un libro que como tantos otros viaja en la estela de Catedral o Rock Springs —por citar dos claros ejemplos— si no fuera porque se publicó un año antes que el libro de Raymond Carver y cinco antes que el de Richard Ford, lo que puede acercarnos a concluir que Bobbie Ann Mason ha destilado las mismas sustancias que el resto de escritores incluidos frecuentemente en lo que se llama “minimalismo norteamericano”. No obstante, si se tiene en cuenta que este es su primer libro publicado, no es desacertado afirmar que Ann Mason —hoy autora de varias novelas, libros de memorias, biografías, crítica literaria y las colecciones de relatos Love Life (1989), Midnight Magic (1998), Zigzagging Down a Wild Trail (2002), y Nancy Culpepper (2006) — arrancó en posesión de una escritura hermosa y despejada.

Shiloh es ante todo literatura de personajes, si se entiende como tal cuando es a través de la evolución de los protagonistas que la historia también evoluciona; la forma en que se mueven, miran o reaccionan, resulta información suficiente para entender las emociones que experimentan y las inquietudes de las que difícilmente consiguen escapar. Sin embargo Ann Mason se aparta en sus descripciones de la sencillez minimalista para dotarlas de una mayor consistencia. La autora logra así sumergirse en los sentimientos de sus actores, pero al mismo tiempo —excluyendo elementos confusos que puedan complicar o entorpecer el avance de la historia— parece negarse a tomar parte en su comportamiento y autoriza al lector para que conjeture sobre las razones que les obligan a actuar de esa manera. Respecto a los personajes típicos de lo que se llama realismo sucio hay quien —pretendiendo simplificar sus resultados estilísticos— dice que se trata de seres corrientes con existencias convencionales. Después de leer los trece relatos que componen Shiloh uno piensa que no les falta razón en lo de corrientes y tampoco les falta en lo de convencionales. Aquí la escritura avanza sin obstáculos, ni más ni menos como avanza todo en la vida, y el misterio que estimula nuestras existencias se asemeja mucho al que se percibe en las historias de este libro. Y tal vez por eso mismo nos atraen los héroes de Bobbie Ann Mason, sí, tal vez porque nosotros, personas corrientes con vidas convencionales, también sentimos la necesidad de mirarnos al espejo para darnos cuenta de que hasta la más superficial de las muecas contribuye en el dibujo de nuestra fisonomía y lo que es más, en la configuración de nuestro carácter.

Ya he dicho anteriormente que pierdo muchas horas en las librerías, puede que demasiadas; me gusta abrir los libros al azar y leer párrafos enteros o saltar de frase en frase a lo largo de una página o buscar el principio y luego el final de cada relato. De esa manera tan poco pautada he conseguido muchos de los libros que hoy forman parte de los que considero indispensables. Ya he dicho que unas veces se acierta y otras se yerra. En principio Shiloh fue una casualidad que dejé pasar, luego se convirtió en un objeto de busqueda y más tarde en una sorpresa y en uno de los libros con cuya lectura podrá relamerse cualquier aficionado a la narrativa breve, eso creo; y cuando termine de leerlo, también creo que lamentará como yo lamento no disponer de la traducción de otros relatos de esta autora para seguir disfrutándola.