Sam Cooke publicó más de treinta éxitos en apenas siete años, entre 1957 y 1965, y esa es la razón por la que es considerado uno de los padres del soul. Murió con 33 años, el 11 de diciembre de 1964. Hay quien sostiene que el marido de una mujer de la que era amante le pegó tres tiros a la salida de un hotel de Los Ángeles, y hay quien cree que fue la recepcionista de ese hotel quien al sentirse amenazada por un negro le disparó tres veces matándolo al instante.
No sé cierto si fue octubre cuando el mar ceniza se juntó allá, con el horizonte plomizo.
No acierto a concretar si fue entonces cuando la costra de la arena se dejaba perforar por las gotas de lluvia eterna.
Creo que estábamos sentados a pocos metros del furioso mar macilento.
Acabábamos, pues, de dejar el colchón tirado en el suelo, frente a la chimenea donde el fuego chasqueaba sobre una alfombra de carbón que más bien era lingotes de oro.
Habrían terminado, seguramente, las respiraciones pausadas, descansándonos de las lujurias.
Lo que sí fue en octubre, y eso lo sé bien cierto, es que justo al acabarse Sam Cooke en la casete dejamos de estar conscientes en nosotros mismos.
El texto que antecede se titula “Canción de Sam Cooke en Octubre (o hacer el amor en el apartamento a orillas del mar)”, y con él se abría TESSELLA, el poemario con el que en 1989 obtuve el Certamen Juvenil de Poesía “Miguel Hernández” y que fue publicado por la editorial Aguaclara en 1991 (colección Anaquel de poesía). Si no recuerdo mal lo escribí con 21 ó 22 añitos, y es una prueba de que la música de Sam Cooke también se encuentra entreverada en buena parte de lo que escribo.
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