Una pareja abandona la ciudad para rehacer su vida en una casa construida a espaldas de un viejo bosque. Apenas instalados en ella, la mujer es asaltada en un sueño por la imagen de una invasión de ardillas. Intentan tomar la casa. En el sueño, Bambú, el perro de la pareja, las enfrenta y se pierde tras ellas en la espesura. Al día siguiente Bambú ha desaparecido. Desde ese momento, en las pesadillas de la mujer los roedores seguirán acechando la casa con creciente violencia en cada ocasión, como una horda de inquietantes emisarios del bosque.
El párrafo que antecede viene incluido en la contraportada de “Como una historia de terror” —cuyo autor, Jon Bilbao (Ribadesella, 1972), ya publicó a principios de este mismo año y en la misma editorial, Salto de página, la novela “El hermano de las moscas”—; viene incluido seguramente con la intención de sintetizar el argumento del libro pero no es más que un esbozo de la primera parte del relato que cede el título al volumen. En la segunda parte de esta historia el lector averigua las razones por las que la pareja ha decidido trasladarse a esa casa solitaria. La mujer se consideraba incapaz de resistir a la tentación de ser infiel y estaba convencida de que alejarse de la ciudad le impediría sucumbir y contribuiría a restablecer su normalidad sentimental. Amenazados por esas pesadillas los protagonistas deciden practicar una especie de conjuro en forma de fiesta, e invitan a todas sus amistades un fin de semana en el que proyectan hacer frente a los símbolos que pueblan los sueños de la mujer. Sin embargo a la reunión asiste el amigo que es la causa de la amenaza inicial, lo que provocará un trasvase de sentimientos, y al cabo será el protagonista —hombre impertérrito y escéptico respecto al significado de los sueños— quien absorba los miedos de su mujer liberándola de la atracción que siente por aquel. En este sentido y yendo más allá de la historia de terror que Jon Bilbao nos presenta a simple vista, los sueños podrían alimentarse del miedo a ceder ante el impulso de engañar a la persona que se ama, en el caso de ella, y sucesivamente por el miedo a ser engañado, en el caso de él.
Las imágenes, la evolución de la historia, el decorado de las escenas que el autor ha elegido presentarnos podrían resultar tópicas en principio —el bosque amenazador, la desaparición de un perro, el vecino jorobado, la soledad, el enigma de los sueños… En cuanto entró, un trueno acompañó la puerta al cerrarse, y el rayo, simultáneo, iluminó la hilera de animales de madera sobre la chimenea: ¿Cuántas veces nos hemos estremecido ante una pantalla con una escena como la que el autor describe?—, sin embargo Jon Bilbao utiliza esos ingredientes de manera ingeniosa para conseguir un lustre de novedad y contagiar el clima de tensión que pretendía. En cada una de las siete narraciones que componen “Como una historia de terror” se han incorporado elementos inquietantes que provocan la desazón de los personajes al tiempo que la desazón en el lector, como también ocurre en “La fortaleza”, historia en la que se nos narra la alarma causada por los encuentros casuales que sufren sus protagonistas con dos desconocidos, sembrando la sospecha de que les están persiguiendo.
El peligro que se respira en la lectura de estos cuentos no procede del exterior. La amenaza no se encuentra en las afueras de los personajes sino en las inseguridades propias de cada uno de ellos, esos temores íntimos que se guardan en secreto porque poseen los mecanismos necesarios para convertirlos en personas totalmente distintas a las que venían siendo. Esa es una de las preocupaciones que se advierte en los héroes de Jon Bilbao: prefieren controlar sus emociones, ser como ellos deciden ser, antes que ser como son vistos por los demás. El comportamiento que los personajes manifiestan no acaba de obedecer a la respuesta que cabría frente a estímulos peligrosos, creo más acertado buscar su naturaleza en esa inquietud innata que despierta en ellos la irrupción de un elemento nuevo, un sentimiento no desconocido pero sí reservado —fogosidad en el relato “Prolegómenos”, resentimiento en “El ladrón de lencería”, inseguridad en “Rata”, ansiedad en “El hambre en los alrededores del lago”—, de ahí que el terror del que se nos habla en esta colección de cuentos resida en la intimidad de los protagonistas y obedezca más a estímulos procedentes de su propio carácter que del mundo que los rodea.
El otro relato que prefiero es “Rata”, la historia de un jefe de departamento que organiza una fiesta de navidad para estrechar lazos entre empleados e impresionarlos. Alguien suelta una rata en la fiesta y a partir de ese momento la tensión crece. El jefe ve cómo se intensifica la inquina hacia quien considera sospechoso, un trabajador modélico que no ha tenido nada que ver en el asunto y que es apaleado por el verdadero responsable. El jefe lo encuentra casi inconsciente y sangrando en el suelo del garaje del edificio y cuando intenta ayudarlo aparecen tres altos cargos de la compañía. Todo ha de llevarles a pensar que el autor de la paliza es el jefe y éste, en lugar de exculparse, opta por librar toda la ira acumulada y amenazarlos, haciendo alarde de una bravuconería que viene a señalar la coexistencia de temperamentos opuestos en una misma persona. De nuevo encontramos la colisión entre el ser y el parecer.
Opino que estos dos son los relatos más acertados: “Rata” y “Como una historia de terror” —el más breve y el más extenso de la colección—, y opino que no le resultaría difícil al autor alcanzar cotas narrativas más altas si decidiera eliminar la contención con que resuelve sus historias. Es demasiado torrencial su prosa y notable la tensión que consigue transmitir, para luego apurar la frenada hasta el punto de que en lugar de sugerir con un final abierto lo que consigue es provocar un ligero desencanto, sin que por ello se empobrezcan las virtudes evidentes en el libro, ya que Jon Bilbao demuestra ser un escritor riguroso en sus planteamientos, capaz de armonizar el raudal de pinceladas descriptivas que suministra, y obtener en definitiva, como ha hecho, un libro de aconsejable lectura.
El párrafo que antecede viene incluido en la contraportada de “Como una historia de terror” —cuyo autor, Jon Bilbao (Ribadesella, 1972), ya publicó a principios de este mismo año y en la misma editorial, Salto de página, la novela “El hermano de las moscas”—; viene incluido seguramente con la intención de sintetizar el argumento del libro pero no es más que un esbozo de la primera parte del relato que cede el título al volumen. En la segunda parte de esta historia el lector averigua las razones por las que la pareja ha decidido trasladarse a esa casa solitaria. La mujer se consideraba incapaz de resistir a la tentación de ser infiel y estaba convencida de que alejarse de la ciudad le impediría sucumbir y contribuiría a restablecer su normalidad sentimental. Amenazados por esas pesadillas los protagonistas deciden practicar una especie de conjuro en forma de fiesta, e invitan a todas sus amistades un fin de semana en el que proyectan hacer frente a los símbolos que pueblan los sueños de la mujer. Sin embargo a la reunión asiste el amigo que es la causa de la amenaza inicial, lo que provocará un trasvase de sentimientos, y al cabo será el protagonista —hombre impertérrito y escéptico respecto al significado de los sueños— quien absorba los miedos de su mujer liberándola de la atracción que siente por aquel. En este sentido y yendo más allá de la historia de terror que Jon Bilbao nos presenta a simple vista, los sueños podrían alimentarse del miedo a ceder ante el impulso de engañar a la persona que se ama, en el caso de ella, y sucesivamente por el miedo a ser engañado, en el caso de él.
Las imágenes, la evolución de la historia, el decorado de las escenas que el autor ha elegido presentarnos podrían resultar tópicas en principio —el bosque amenazador, la desaparición de un perro, el vecino jorobado, la soledad, el enigma de los sueños… En cuanto entró, un trueno acompañó la puerta al cerrarse, y el rayo, simultáneo, iluminó la hilera de animales de madera sobre la chimenea: ¿Cuántas veces nos hemos estremecido ante una pantalla con una escena como la que el autor describe?—, sin embargo Jon Bilbao utiliza esos ingredientes de manera ingeniosa para conseguir un lustre de novedad y contagiar el clima de tensión que pretendía. En cada una de las siete narraciones que componen “Como una historia de terror” se han incorporado elementos inquietantes que provocan la desazón de los personajes al tiempo que la desazón en el lector, como también ocurre en “La fortaleza”, historia en la que se nos narra la alarma causada por los encuentros casuales que sufren sus protagonistas con dos desconocidos, sembrando la sospecha de que les están persiguiendo.
El peligro que se respira en la lectura de estos cuentos no procede del exterior. La amenaza no se encuentra en las afueras de los personajes sino en las inseguridades propias de cada uno de ellos, esos temores íntimos que se guardan en secreto porque poseen los mecanismos necesarios para convertirlos en personas totalmente distintas a las que venían siendo. Esa es una de las preocupaciones que se advierte en los héroes de Jon Bilbao: prefieren controlar sus emociones, ser como ellos deciden ser, antes que ser como son vistos por los demás. El comportamiento que los personajes manifiestan no acaba de obedecer a la respuesta que cabría frente a estímulos peligrosos, creo más acertado buscar su naturaleza en esa inquietud innata que despierta en ellos la irrupción de un elemento nuevo, un sentimiento no desconocido pero sí reservado —fogosidad en el relato “Prolegómenos”, resentimiento en “El ladrón de lencería”, inseguridad en “Rata”, ansiedad en “El hambre en los alrededores del lago”—, de ahí que el terror del que se nos habla en esta colección de cuentos resida en la intimidad de los protagonistas y obedezca más a estímulos procedentes de su propio carácter que del mundo que los rodea.
El otro relato que prefiero es “Rata”, la historia de un jefe de departamento que organiza una fiesta de navidad para estrechar lazos entre empleados e impresionarlos. Alguien suelta una rata en la fiesta y a partir de ese momento la tensión crece. El jefe ve cómo se intensifica la inquina hacia quien considera sospechoso, un trabajador modélico que no ha tenido nada que ver en el asunto y que es apaleado por el verdadero responsable. El jefe lo encuentra casi inconsciente y sangrando en el suelo del garaje del edificio y cuando intenta ayudarlo aparecen tres altos cargos de la compañía. Todo ha de llevarles a pensar que el autor de la paliza es el jefe y éste, en lugar de exculparse, opta por librar toda la ira acumulada y amenazarlos, haciendo alarde de una bravuconería que viene a señalar la coexistencia de temperamentos opuestos en una misma persona. De nuevo encontramos la colisión entre el ser y el parecer.
Opino que estos dos son los relatos más acertados: “Rata” y “Como una historia de terror” —el más breve y el más extenso de la colección—, y opino que no le resultaría difícil al autor alcanzar cotas narrativas más altas si decidiera eliminar la contención con que resuelve sus historias. Es demasiado torrencial su prosa y notable la tensión que consigue transmitir, para luego apurar la frenada hasta el punto de que en lugar de sugerir con un final abierto lo que consigue es provocar un ligero desencanto, sin que por ello se empobrezcan las virtudes evidentes en el libro, ya que Jon Bilbao demuestra ser un escritor riguroso en sus planteamientos, capaz de armonizar el raudal de pinceladas descriptivas que suministra, y obtener en definitiva, como ha hecho, un libro de aconsejable lectura.
1 comentario:
La revista El sofá rojo se inaugura con un relato inédito de Esteban Gutiérrez Gómez, autores de El laberinto de Noé.
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