Como no sólo de libros y cine vive el hombre, el viernes pasado me trasladé a Barcelona para presenciar la actuación de “Coldplay”. Chris Martin y compañía se esforzaron por cumplir con las más de 63.000 personas que alfombraban el estadio olímpico de Barcelona, sin embargo los numerosos fallos en el sonido no permitieron redondear un concierto que la banda grabó con el propósito de publicar un DVD. Al público se le veía entregado, lo coreaba todo, pero muchos de los asistentes no pudieron dejar de mostrar su enfado a base de silbidos y gritos de “no se oye” en algunos momentos de la actuación. Pero seamos benévolos: la cara de Chris Martin durante el primer tema cuando su voz se perdió en la nada era un poema, o sea, que no se le puede presumir ninguna mala intención. Fue una pena. Quizás a la próxima.
Me llevé una formidable sorpresa cuando a eso de las siete de la tarde se desplegó al fondo del escenario una pancarta en la que podía leerse “The Sunday Drivers”. Sin esperarlo pude de paso escuchar el directo de la banda toledana, una de las que más me han hecho disfrutar en los últimos tiempos.
Y como colofón a un atractivo fin de semana, volví a callejear por Barcelona, una ciudad en la que tuve mi morada durante los años 1996, 1997 y parte de 1998, y que sigue cautivándome desde entonces. ¡Qué recuerdos, madre mía, qué recuerdos!
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