Pepe Cervera había leído aquí, allá, más allá y por todas partes, que el Richard Yates de Tao Lin era una novela acojonante, el paradigma de la modernidad, la repera, el no va más, la biblia de no sé qué generación, el antes y el después de la nueva literatura. Por eso fue que Pepe Cervera entró en la Fnac de la plaza de San Agustín de Valencia por una de las puertas laterales, subió a la primera planta, dejó atrás la zona de CDS rock nacional, giró a la derecha, anduvo todo recto, buscó el libro en la góndola de las novedades, lo cogió, y sin pararse a ojearlo ni hojearlo, fue a la caja en la primera planta, junto a la puerta principal, y pagó.
A las 4:32 PM Pepe Cervera empezó a leer el libro. Lo dijo en voz alta, 4:32 PM. Se preguntó quién cojones habla así, 4:32 PM, cuando puede decirse cuatro y media, por ejemplo. Siguió leyendo, una palabra detrás de otra, una línea detrás de otra, una página, diez páginas...
Al rato le entraron ganas de cagar. Pepe Cervera se llevó el libro al cagadero de Pepe Cervera, en casa de Pepe Cervera, para seguir leyendo. Le costó un poco (cagar, no seguir leyendo). Tuvo que hacer más fuerza de la habitual. Dejó el libro en el suelo para usar el papel higiénico. Pensó que siempre utiliza más papel higiénico del que en realidad es necesario. Decidió lavarse el culo y pasó al bidé sin subirse los pantalones, de un salto. A las 5:45 PM (y dale, no podrá decirse las seis menos cuarto) Pepe Cervera retomó la lectura del Richard Yates de Tao Lin. Se levantó y fue hasta la cocina para confirmar la hora en el reloj que hay colgado junto al frigorífico. El frigorífico de Pepe Cervera en la cocina en casa de Pepe Cervera. “Sí”, pensó, “las 5:45 PM, vale”, y le chocó pensar 5:45 PM, la verdad, porque el reloj que hay colgado junto al frigorífico, el frigorífico de Pepe Cervera en la cocina en casa de Pepe Cervera, no es digital, es de manecillas.
Se sentó de nuevo, esta vez en una silla del comedor, para mantener una postura erguida y apoyar el Richard Yates de Tao Lin sobre la mesa. “Vale”, dijo, “Creo que estoy preparado”. Pensó “estoy preparado”. Pensó que estaba preparado. Miró una mancha que había en la pared de enfrente. Miró la esquina inferior derecha de la pantalla del televisor. Miró la mancha de nuevo. Pensó en “Barrio Sésamo”. Pensó en “Epi y Blas” concretamente, en izquierda y derecha, en arriba y abajo, al centro y “pa” dentro. Pensó en cosas, en muchas cosas, y entre esas cosas no estaba Richard Yates, el escritor, porque el Richard Yates de Tao Lin no tiene nada que ver con Richard Yates escritor, pero que nada, nada, nada que ver. Ya le gustaría, ya. El Richard Yates de Tao Lin lo mismo podría haberse titulado “Bocadillo de atún con anchoas” o “Dos tontos muy tontos”, aunque Pepe Cervera recordó que ya existía una película titulada “Dos tontos muy tontos”, pero no existía una película titulada “Bocadillo de atún con anchoas”. Escribió en el buscador de Google “Bocadillo de atún con anchoas” y al pulsar “intro” se le desplegaron varias páginas de recetas de cocina, pero ninguna película titulada “Bocadillo de atún con anchoas”, o sea que no, parece ser que no, no existe una película titulada “Bocadillo de atún con anchoas”.
Al cabo de tres horas de lectura del Richar Yates de Tao Lin, Pepe Cervera se preguntó por qué Haley Joel Osment y Dakota Fanning no se habían suicidado la primera de las incontables ocasiones que proponen hacerlo, de esa forma Haley Joel Osment y Dakota Fanning habrían ahorrado un montón de tediosas páginas a los lectores del Richard Yates de Tao Lin. Esa es una de las cosas que pensó Pepe Cervera cuando iba más o menos por la página 167 del Richard Yates de Tao Lin. Un poco más adelante, allá por la página 200 y pico, Pepe Cervera pensó en los libros que son como chistes. A Pepe Cervera le gustan los chistes cortos. “Me gustan los chistes cortos”, dijo Pepe Cervera. Cuanto más corto, más gracioso. Sin embargo un chiste de más de 200 páginas puede resultar excesivo, se corre el peligro de perder el hilo y al final no encontrarle la gracia.
Pepe Cervera cerró el Richard Yates de Tao Lin sorprendido de haber aguantado tal pestiño hasta el punto (punto, no puto, aunque tanto monta, monta tanto) final, y de pronto sintió ganas de escribir lo que el Richard Yates de Tao Lin le había parecido, “Sí”, dijo. Pensó “sí”, y se preparó para escribir una reseña. Pero tendría que ser una reseña moderna. A un libro como el Richard Yates de Tao Lin, tan, tan, tan moderno, corresponde una reseña moderna. Dijo “voy a escribir una reseña moderna de un libro moderno”. Abrió una página en blanco de Word y se puso a ello. Pero enseguida pensó “no debería estar pensando lo que estoy pensando”. Pensó que debería estar pensando otra cosa y no en la cosa que estaba pensando. Estuvo pensando mucho rato, como entre una hora y 23 horas. Al final lo pensó mejor, y acabó poniendo el Richard Yates de Tao Lin a la venta en eBay.
8 comentarios:
Muy divertida la reseña, he pensado al leerla, y luego he pensado también que a Pepe Cervera no parece haberle gustado mucho el Richard Yates de Tao Lin, pero gracias a eso Pepe Cervera ha escrito esta reseña tan divertida, eso he pensado, ni más ni menos.
Se te olvidó poner si la mierda era negra o era clarita, a lo Lin. ;)
Parece que te enganchó bastante, no?
Lo que deseamos saber, Pepe Cervera es a cuanto has dejado el cuarto de Kilo del Tao Lin de Richard Yates en E Bay.
Y ¿ ha cuanto se cotiza en libreria?
totalmente de acuerdo con tu opinión sobre Richard Yates de Tao Lin. Yo empecé a leerla pensando que, joder, hay que ver, lo que dicen de lo moderna que es, y lo revolucionaria, y blablabla, al final la dejé por la mitad, no pude, me fui a cagar y ya no volví.
Eso sí, por ahora, lo que he leído de su poesía, sí que merece TODOS mis respetos.
Muy divertido tu post :)
¡Joer Pepe, m´ancantao!. ¡Joer Pepe, mes conciertas!.
la merda es lo de menos, lo que mola es que me he rist un rato, cagant amb tu, colçe amb colçe, me pixe...
Yo pensé en leerlo, pero si Tao Lin es tan rematadamente coñazo en una entrevista de una página, no quiero ni pensar los perniciosos efectos que tendría para mí, leerme enterita una novela suya.
Eso sí, al menos el buen hombre no engaña, por más que algunos/as se empeñen en ponerlo por las nubes en blogs varios, se nota que es un bluff a kilómetros
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